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¿MIEDO A LA LIBERTAD?

Juan María Tellería Larrañaga>>No, no es nuestra intención comentar ese gran clásico del pensamiento del siglo XX que fue la obra homónima de Erich Frömm. El título de esta reflexión no tiene otro objeto que cuestionarnos el porqué de esa amalgama de sentimientos encontrados, de esa inquina visceral y nada disimulada de tantos sectores de la sociedad españolista actual —no “española”, que es algo completamente distinto— frente a la anunciada consulta soberanista que tendrá lugar, D.m., en Catalunya el 9 de noviembre, y a la que han manifestado su apoyo incondicional otras fuerzas políticas de diversas tendencias, desde Podemos hasta el independentismo vasco abertzale más radical, pasando por plataformas de apoyo originarias de otras comunidades autónomas del estado y partidos nacionalistas.

consulta9n.0Las reacciones que ha suscitado esta consulta, como en su día el célebre Plan Ibarretxe, han sido de todos los colores. El gobierno central del Partido Popular, con la inestimable ayuda de sus “adversarios” del PSOE, desde el primer momento se ha opuesto señalando su inconstitucionalidad. Un populacho callejero —insistimos, no “el pueblo”, que no es lo mismo ni se debe confundir— hábilmente manipulado, de suyo manipulable y también manipulador, rápidamente se ha hecho eco de tales constitucionaladas, pero con su propio estilo: desde los juegos fáciles de palabras (“hoy te dicen Artur Mas; mañana serás Artur Menos”) hasta las cancioncillas cutres mejor o peor adaptadas a la situación (“en la fiesta de Mas, todo el mundo salía con unas cuantas consultas de más”), pasando por ciertos programas de TV que no vamos a mencionar, pero que están en las mentes de todos; eso que algunos nostálgicos irreverentes llaman resurgimiento del espíritu nacional. Y cuando no funcionan estas armas, bien están los escándalos políticos o financieros de ciertas personalidades catalanas. Todo vale con tal de apagar el espíritu soberanista, o por lo menos, de debilitarlo.

La hipocresía de los imperialismos occidentales se evidencia cada vez que se llenan la boca hablando de los derechos a la libertad de pueblos en otros puntos del globo, pero tiemblan en el momento en que resurgen en sus territorios

Para mí está claro. El españolismo tiene miedo, un miedo patológico a la (¿posible, probable, previsible?) disolución o disgregación de una patria otrora gloriosa, siempre melancólica y ahíta de triunfos pasados, una patria imperial en definitiva. El españolismo, al igual que otros “ismos” de este continente en que vivimos, lleva muy mal eso de que existan pueblos con conciencia nacional propia o con identidad cultural bien marcada.

prohibitparlarLa esquizofrénica hipocresía de todos los imperialismos occidentales se evidenció cuando firmaron alegremente la carta de las Naciones Unidas; se evidencia cada vez que se llenan la boca hablando de los derechos a la libertad de pueblos y naciones que existen en otros puntos del globo, pero tiemblan como hojas de árbol en el momento en que resurgen en sus territorios nacionales respectivos entidades históricas que reclaman esas mismas prebendas. El Reino Unido, que a regañadientes tuvo que reconocer la independencia de la India o de otros territorios de su hasta hace no mucho vasto imperio, no parece demasiado contento hoy con las pretensiones escocesas. La centralista y centralizada República Francesa, el país de la Revolución y de la Liberté, Égalité, Fraternité, nunca ha visto con buenos ojos el independentismo vasco, bretón o catalán; a duras penas ha sobrellevado la pérdida de Argelia y otros territorios ultramarinos, que aún le pesa. La España de hoy, ésa que hasta hace no mucho no dejaba de llorar lo de Cuba y Filipinas, no puede soportar consultas como la del 9 de noviembre, o el Plan Ibarretxe, o cualquier otra iniciativa libertaria de alguno de sus pueblos constituyentes.

Lo más triste de todo es que ese pánico a la libertad de las naciones con identidad propia se acrecienta, incluso aunque tales alegatos independentistas tengan pocas posibilidades de éxito

Lo más triste de todo es que ese pánico a la libertad de las naciones con identidad propia se acrecienta, incluso aunque tales alegatos independentistas tengan pocas posibilidades de éxito. Se dice en ciertos medios, al parecer bien informados, que son mayoría los escoceses que no desean romper realmente con el Reino Unido. Ni todos los vascos eran favorables al Plan Ibarretxe, ni todos los catalanes quieren desgajarse de España. Hasta hay quien asegura (y con buenas razones, según parecería) que la consulta soberanista catalana no puede dar los resultados anhelados por los partidos independentistas. Pues ni con ésas. El españolismo visceral anticatalán, antivasco, antitodo, dice que de consultas ni hablar.

Fear-of-freedom1Yo, a lo mío. Eso es miedo, o mejor dicho, terror. Sí, porque aunque la consulta diera un resultado negativo para los independentistas, su realización habría sido una victoria aplastante de la libertad, de la democracia y de los derechos de las naciones. Porque de esta manera el pueblo catalán afirmaría por sí mismo su deseo de formar parte de una entidad supranacional como es el estado español en estos momentos. Porque ese ejemplo cundiría con unas consecuencias que ningún españolista en su sano juicio desea.

La libertad nunca se puede concebir como algo negativo en sí mismo, salvo para aquellos cuyos intereses particulares se cimientan en la esclavitud, lógicamente. Que los pueblos puedan decidir por sí mismos dónde quieren estar o a qué entidad desean pertenecer, resulta altamente positivo, excepto para quienes vean amenazadas sus prebendas particulares.

Que un pueblo con identidad cultural bien marcada quiera hablar, nunca ha de ser motivo de miedo, sino de alegría

¿Se celebrará finalmente esa consulta en Catalunya? Ojalá. Es del todo punto necesario que se celebre. Quizás no lo hubiera sido, de haberse manifestado de otra manera el gobierno central del Partido Popular con sus feroces enemigos socialistas. El diálogo puede mucho, dicen. Pero el miedo a la libertad ahoga las capacidades de diálogo. De ahí que no quede otra salida que salir a la calle, a las urnas, el 9 de noviembre y que la nación catalana diga claramente lo que piensa, lo que desea para sí y para el resto.

Que un pueblo con identidad cultural bien marcada quiera hablar, nunca ha de ser motivo de miedo, sino de alegría. Lo que a mí me da auténtico terror son las pistolas, los tanques por las calles, las bombas. Me da miedo el españolismo.

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