Fer | Tribuna
Propósito de enmienda
Juan María Tellería Larrañaga>>Entre los requisitos mencionados en el catecismo para obtener la absolución de los pecados, se encuentra lo que se ha dado en llamar propósito de enmienda, que se suele definir como la firme resolución de no volver a pecar. Tiene su lógica: de nada sirve pedir perdón por algo malo que se ha hecho si, al mismo tiempo, se continúa maquinando para más tarde la ejecución de la misma fechoría. ¿Que por qué decimos esto? Pues sencillamente, porque estamos en Año Nuevo y por aquello de que se trata del momento idóneo para expresar buenos propósitos frente a los 365 días que tenemos por delante.
Siendo muy honestos con nosotros mismos, y, por supuesto, con los amables lectores, no nos va mucho eso de enunciar buenos propósitos para el año entrante, ni el 2015 ni ningún otro de nuestra vida. Nos suena a falso. Y, la verdad sea dicha, no tenemos la más mínima intención de apuntarnos a gimnasio alguno, hacer ejercicio, bajar peso, aprender un idioma nuevo o viajar a la Cochinchina. El único propósito real que nos hemos planteado, así, para nuestro interior, en la noche de fin de año es éste: vivir, y vivir lo mejor que se pueda en compañía de quienes amamos y nos aman. Así de simple. Para un ciudadano de a pie no está nada mal. Si no hay nada que enmendar, huelga cualquier buen propósito de enmienda.
Las nuevas perspectivas para 2015 que ofrecen ciertas figuras públicas renombradas quedan reducidas a puro oportunismo declaratorio
La cuestión es un poco distinta, no obstante, cuando damos una ojeada a las altas esferas de la sociedad, y muy especialmente a aquéllos que —se supone— la dirigen; o nos dirigen, como dirían algunos. 2014 no ha sido un año fácil en lo que concierne, por no ceñirnos más que al ámbito del estado español, a las realidades sociales, laborales, económicas y políticas. Por el contrario, ha sido un año cargado de tensión, de crispación, de alardes de autoritarismo (no de poder, que sería otra cosa), de injusticias, de protestas indignadas, y hasta de intentos de distracción mediática de las masas no siempre exitosos. Lo peor de todo es que en prácticamente ninguno de los discursos de los gobernantes de turno que hemos escuchado o leído, desde el jefe del estado hasta el presidente del gobierno, pasando por otros grados menores en la escala política, hemos encontrado nada nuevo. En todos ellos hemos hallado, como se suele decir, una buena dosis de más de lo mismo, que disimula mal ese triunfalismo quijotesco tan característico del temperamento ibérico. De dar crédito a las palabras de tales figuras públicas, podríase suponer que estuviéramos iniciando en este 1 de enero de 2015 algo parecido a una restauración del prístino jardín del Edén. Mucho nos tememos que la realidad sea otra.
Es trágica la comprobación de que unos estamentos muy concretos de la sociedad, esa “casta” que dice cierta nueva formación política emergente, parecieran vivir permanentemente instalados en el país de las Maravillas, como si no pasara nada, y como si sólo fueran capaces de vislumbrar unas perspectivas doradas para sí, haciendo caso omiso de otras realidades bien patentes, pero a las que no prestan excesiva atención. Las nuevas perspectivas para 2015 que ofrecen ciertas figuras públicas renombradas, por tanto, quedan reducidas a puro oportunismo declaratorio, sin mayores concreciones en el mundo real que pisamos todos.
No nos inspiran confianza alguna las declaraciones institucionales u oficiales para este nuevo 2015, pero sí la voluntad de los individuos
Afortunadamente, y lo decimos con la mano en el corazón, seguimos teniendo confianza en el impulso vital de las gentes y las distintas entidades nacionales que componen el entramado estatal español. Dicho de otra manera, no nos inspiran confianza alguna las declaraciones institucionales u oficiales para este nuevo 2015, pero sí la voluntad de los individuos, las familias y los pueblos constituyentes del estado, por salir adelante y vencer todas las crisis que se presenten luchando con denuedo, contra vientos y mareas, hasta lograr el resultado apetecido. No pretendemos, pues, transmitir pesimismo, sino un optimismo realista, que pise tierra y la pise con fuerza.
Si ha de haber en alguien un propósito de enmienda genuino y sincero a comienzos de este nuevo año, ha de ser precisamente en la ciudadanía, por haber cometido el grave error —y no olvidemos que el término pecado significa precisamente eso en su acepción etimológica: “error”— de aupar con su voto a quienes no debieran haber ocupado jamás ciertas posiciones de poder.
¡Feliz Año Nuevo a todos nuestros amables lectores!